El SAT, o como algunos prefieren llamarlo en sus peores pesadillas, el «SAT-ATANICO», es esa institución gubernamental que, con todo el amor del mundo (¡ajá!), se dedica a aplicar la legislación fiscal a personas físicas y morales. En otras palabras, es el ente que se asegura de que todos nosotros, simples mortales, cumplamos con nuestras obligaciones fiscales, o como ellos lo ven, ¡no escapemos de sus garras fiscales!

Este órgano malvado tiene la noble obligación de brindarnos, pobres incautos, los mecanismos necesarios para que podamos realizar, de manera “sencilla” (¡ja!), trámites relacionados con la materia fiscal. Un ejemplo de esto es su página web, donde, para navegar eficazmente, es casi un requisito que tu equipo de cómputo sea tan avanzado que parezca salido de la NASA. Sí, exagero, pero es cierto que tu computadora debe cumplir con ciertas características técnicas.

Aunado a lo anterior, y para acabarla de amolar, el “SAT-ANICO” tiene la atribución de publicar en el Diario Oficial de la Federación a uno de sus esbirros más espeluznantes: un documento llamado Resolución Miscelánea Fiscal. Este texto aterrador contiene disposiciones de carácter general que se actualizan cada año, y que complementan las leyes fiscales con reglas tan específicas que a veces parece que fueron escritas en un idioma extraterrestre. Así es, estimado contribuyente pasivo, además de las Leyes y Reglamentos que ya debemos cumplir, también existe este documento infernal. No es de extrañar que los contadores necesiten a otros contadores especializados para enfrentar este laberinto fiscal.

Estimado lector, espero que estas líneas te hayan ayudado a entender un poco más sobre el SAT. En nuestra próxima entrada, escribiremos sobre el R.F.C. ¡No te lo pierdas!

¡Hasta luego!

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